sábado, 17 de diciembre de 2011

BUEY Y ASNO

INSPIRADO EN UN TEXTO
DEL CARDENAL RATZINGER

ADAPTACION DEL PADRE MIGUEL ANTE UN PEDIDO DE LA GACETA SOBRE EL TEMA DEL PESEBRE


La antigua fiesta de los cristianos no es la navidad, sino la pascua: solamente la resurrección del Señor constituyó el alumbramiento de una nueva vida y, así, el comienzo de la iglesia. Ser cristiano significa vivir pascualmente a partir de la resurrección, la cual es celebrada semanalmente en la festividad pascual del domingo.
Que Jesús nació el 25 de diciembre lo afirmó por primera vez Hipólito de Roma  en el año 204.Lucas en su evangelio presupone el día 25 de diciembre como el día del nacimiento de Jesús: en ese día se celebraba entonces la fiesta de la consagración del templo, establecida por Judas Macabeo en el año 164 antes de Cristo, la fecha natal de Jesús simbolizaría de esta manera que, con él, como verdadera luz de Dios que irrumpe en la noche del invierno, se operó realmente la consagración del templo, la llegada de Dios a esta tierra.
La fiesta de navidad viene en el siglo IV, cristianizando una fiesta romana del Dios-Sol y presentó el nacimiento de Cristo como la victoria de la verdadera luz.
Fue Francisco de Asís el que, partiendo de su profundo amor al hombre Jesús, hacia el Dios-con-nosotros, contribuyó a introducir esta novedad en un lugar llamado Greccio, cerca de Roma.Lo que sin duda influyó en San Francisco fue el deseo de más cercanía, de más realidad, de experimentar directamente la alegría del nacimiento del niño Jesús y de comunicar esa alegría a sus amigos.
El niño Jesús es el «Emmanuel», el Dios con nosotros, sin sublimidad ni lejanías.En el se hace patente, la simpleza del amor de Dios: Dios viene sin armas, porque no pretende asaltar, sino conquistar desde dentro.Si algo puede desarmar y vencer a los hombres, su vanidad, su sentido de poder o su violencia, así como su codicia es un niño. Dios eligió la impotencia de un niño para vencernos y para hacernos entrar dentro de nosotros mismos.
Jesucristo es el de «hijo», hijo de Dios; la dignidad divina se describe mediante una palabra que muestra a Jesús como un niño ( = Hijo) que siempre ha de permanecer como tal. Su condición de niño es la orientación de cómo podemos llegar a Dios, a la divinización. A partir de ahí es como hay que entender aquellas palabras: «Si no os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos (Mt 18,3).
El que no haya entendido el misterio de la navidad, no ha entendido lo que es más decisivo y fundamental en el ser cristiano. El que no ha aceptado eso, no puede entrar en el reino de los cielos.
En la cueva de Greccio, por indicación de Francisco, se pusieron aquella noche un buey y un asno. Desde entonces, un buey y un asno forman parte de la representación del pesebre o nacimiento.
El buey y el asno no son simples productos de la fantasía; se han convertido, por la fe de la iglesia, en la unidad del antiguo y nuevo testamento, en los acompañantes del acontecimiento navideño. En efecto, en /Is/01/03 se dice concretamente: «Conoce el buey a su dueño, y el asno el pesebre de su amo, pero Israel no entiende, mi pueblo no tiene conocimiento».
Ante Dios, eran todos los hombres, tanto judíos como paganos, como bueyes y asnos, sin razón ni conocimiento. Pero el Niño, en el pesebre, abrió sus ojos de manera que ahora reconocen ya la voz de su dueño, la voz de su Señor.En las representaciones medievales tienen rostros casi humanos, y se postran y se inclinan ante el Niño como si entendieran y estuvieran adorando.
¿Pero le reconocemos realmente? El buey y el asno conocen, pero «Israel no tiene conocimiento, mi pueblo no tiene inteligencia».
El que no conoció fue Herodes, el cual tampoco comprende nada cuando se le anuncia el nacimiento del Niño. Sólo sabe de su afán de dominio y de su ambición de mando, por ello, se hallaba profundamente cegado (Mt 2,3). El que no conoció fue también «todo Jerusalén con él». Quienes no conocieron fueron los hombres vestidos lujosamente, las gentes importantes (Mt 11,8). Los que no conocieron fueron los señores sabihondos, los entendidos en Biblia, los especialistas en la interpretación de la sagrada Escritura, los cuales conocían con exactitud los pasajes de la Biblia, y, sin embargo, no entendían una palabra (Mt 2,6).
Los que conocieron fueron: los pastores, los magos, María y José.
¿Pero qué es lo que ocurre con nosotros? ¿Nos hallamos tan alejados del establo, somos demasiado finos o demasiado intelectuales?¿No estamos demasiado en «Jerusalén», en el palacio, encasillados en nosotros mismos, en nuestra propia gloria, en nuestras manías persecutorias para que podamos oír en seguida la voz de los ángeles, acudir al pesebre y ponernos a adorar?
Hoy Jesús debería ser mas adorado en los sagrarios de nuestras Parroquias, quizás la navidad nos haga no negar esta posibilidad para que El Salvador siga haciendo su obra de sanación, salvación y liberación que cada vez más el hombre de hoy necesita.
Ante el relativismo como negación de la verdad, respondamos con Adoración Diaria, no en pesebres sino en los sagrarios abandonados de nuestros templos cerrados.