lunes, 31 de octubre de 2011

SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS

La Iglesia desea rendir culto a todos los que han pasado por este mundo y han recibido de Dios el sobrenombre de bienaventurados por alguno de los títulos que Jesús pronunció sentado sobre el monte.


Los pobres, los que lloran, los sufridos, los hambrientos y sedientos de justicia, los misericordiosos, los limpios de corazón, los pacíficos y artesanos de la paz, los perseguidos por la justicia, los calumniados e insultados por causa del nombre de Cristo, no quedarán sin recompensa, y en el día solemne del Señor, serán llamados y proclamados dichosos, benditos, felices, porque han alcanzado la meta al haberse configurado con el Crucificado, el Hijo amado de Dios, quien llevó sobre sí los dolores y esperanzas de todos los hombres.
 


Los santos son aquellos que han vivido la fe, la esperanza y la caridad de manera heroica. La Iglesia los proclama siervos de Dios. Los cristianos tenemos que vivir “arraigados y cimentados en Cristo, firmes en la fe”, ser testigos de esperanza, como auténtica profecía del Reino futuro. Pero sobre todo, a los cristianos se nos debe reconocer por el amor mutuo y las entrañas de misericordia.
El Maestro, antes de dar su vida por amor, nos mandó que nos amáramos como Él nos había amado y que permaneciéramos en ese amor divino. Por la fe se puede superar la tendencia al mal y sobreponerse a todas las dificultades por amor a Dios. Amor que se demuestra en la Misericordia y el Perdon.



La santidad es la belleza de la casa de Dios
Los santos han dejado que actúe en ellos el Espíritu del Amor de Dios.  
¡Seamos santos, porque Dios es Santo!