lunes, 26 de diciembre de 2011

ORACION ESPONTANEA

La oración espontánea
Autor: José Luis Sarzur
La oración no es un monólogo; es un diálogo con el Señor.
Orar es unir dos realidades, una divina y otra humana. Es uno de los caminos
que tenemos para unir la presencia de Dios con la nuestra.
Orar, entonces, significa unir esas dos realidades, la divina y la humana, por
una gracia; porque esto no es por un mero esfuerzo humano sino por una
gracia de Dios que se derrama y que nos permite tener esa posibilidad.
Es una capacidad incorporada en nuestra naturaleza que nos permite
comunicarnos de manera sobrenatural con Él.
Orar es crear o disponer un espacio en donde se realice ese encuentro. En
donde yo puedo ponerme delante de Dios, hablarle y que El me escuche,
donde además Él me hable y yo pueda escucharlo, donde le miro y El me
mira, donde me entrego y El se entrega, donde le amo y El me ama.
Es simplemente ponerme en su Presencia, aún sin palabras.
Decía San Agustín: "La oración es el pozo donde Dios va a beber porque
tiene sed del hombre, y donde el hombre va a beber porque tiene sed de
Dios".
En la oración hay vida, hay riqueza, hay una bebida que el mismo Espíritu
Santo hace fluir en ese medio para que el Señor pueda beber de mí, al igual
que en el encuentro de Jesús con la samaritana en el pozo de Jacob donde Él
le pide de beber, no el agua del pozo, sino el agua de su oración, su propia
agua.
La oración es para eso, para que el Señor pueda beber de mí, de lo que yo le
entregue, del amor que le ofrezca, y también para que yo pueda beber de
todo lo que Él me ofrece.
La oración santifica. Por eso el Señor nos llama a orar para santificarnos,
para convertirnos por éste camino y para eso tenemos que caminarlo,
tenemos que experimentarlo.
Hay dos posibilidades para orar: 1) En forma personal y 2) En forma
comunitaria.
1) Oración personal:
Es la que realizo solo, delante del Señor.
Acerca de esto la Palabra nos dice en Mateo 6, 5 - 6 orar en lo secreto.
Tenemos que buscar de estar solos. No se puede hacer oración personal
cuando estoy en el templo lleno de gente, cuando se está rezando el rosario
o haciendo otra cosa. Debemos estar libres y expresarnos libremente delante
de Dios, para lo cual lo mejor es estar solo.
Esto es importante saber porque cuando estamos haciendo oración
comunitaria algunas personas se quedan calladas y no se unen a la oración
de los hermanos. Debemos conocer la diferencia entre oración personal y
oración comunitaria.
Puedo visitar el Sagrario solo y postrarme delante del Señor, aunque no
tenga palabras y eso será oración personal. O también puedo cerrar la puerta
de mi habitación para no molestar ni ser molestado y allí encontrarme con Él.
En otro sentido, la Palabra en Mateo nos pide cerrar las puertas de nuestra
habitación (o sea el cuerpo) que son los ojos y los oídos. En otras palabras,
desconectarnos del ruido exterior.
2) Oración comunitaria:
Es la que realizo junto a otros hermanos. Por ejemplo el rosario, la Misa,
una Hora Santa, la celebración de la Palabra, una liturgia penitencial, etc.
Todas estas son formas de orar ya estructuradas, pensadas y organizadas
con un cierto orden y palabras ya establecidas para cada oración, a las cuales
nosotros nos unimos.
En el libro de Hechos 2, 42 - 48 el escritor sagrado nos señala 3 cosas: 1)
La enseñanza de los apóstoles, 2) La comunión y fracción del pan y 3) Las
oraciones. Sugiere un momento distinto para cada cosa.
La enseñanza de los apóstoles es la enseñanza del sacerdote y la fracción
del pan es la Eucaristía.
Las oraciones o la oración de la comunidad, además de tener su momento,
poseía una característica especial: "la alabanza" (versículo 47). Este versículo
no dice "pedían o suplicaban a Dios", no dice "pedían perdón a Dios", no dice
"oraban a Dios", dice "alababan a Dios".
La alabanza era ya una característica, no tan sólo de su oración, sino de su
esencia comunitaria, la cual se reflejaba en el testimonio de vida.
La alegría, el gozo, la vida de la comunidad le venían por la alabanza.
Alabanza
En el antiguo pueblo de Israel había un ejercicio que al comienzo nació
espontáneo de los soldados antes de ir a la guerra, luego se extendió al resto
del pueblo, dándose principalmente en momentos en que el Arca de la
Alianza se colocaba en medio de ellos, y finalmente se internalizó tanto que
llegó a hacerse dentro del Templo, incluso en la liturgia y las oraciones.
Este ejercicio era un grito llamado "teruwa" o "grito de aclamación".
Teruwa significa alabanza, pero en términos hebreos es "romper los tímpanos
con un gran ruido".
No era un simple grito, sino el Nombre de Yahveh o una alabanza a Él,
pronunciada con todas las fuerzas posibles.
Era un grito ensordecedor, terrible y hasta pavoroso que hacía temblar a
cualquier enemigo.
En esto se encuentra la raíz de la alabanza. Podemos ver esto en 1 Samuel 4,
5; Salmo 33 y Salmo 89.
"La alabanza es la respuesta del hombre al Amor de Dios".
"La alabanza es el fruto de los labios que celebran al Señor".
La alabanza es dar la gloria y el lugar que Dios se merece en todo y en todos.
La alabanza tiene muchos frutos. Libera (Números 10, 9), sana (Isaías 57,
18), levanta, destruye, derriba. Tal fue el grito que hizo caer los muros de
Jericó.
Muchas veces oramos pidiendo al Señor "sáname, libérame, ayúdame, etc." Y
nos olvidamos de alabar; porque estamos pendientes de nosotros mismos y
de nuestros problemas y no lo estamos del Señor que es la fuente de aquello
que pedimos.
La alabanza es lo contrario. Es salir de uno mismo para poner al Señor como
centro de mi oración y de mi vida.
La alabanza en el pueblo de Israel era un grito. Hoy ¿Cómo alabamos
nosotros?
Oración espontánea
Es la oración que brota del corazón, la que se hace con las propias palabras
sobre la base de la experiencia que yo tenga de Dios.
Es decirle al Señor lo que siento en el corazón.
No es una oración escrita o ya hecha, sino algo que sale espontáneamente.
Esta oración se nutre tanto de mi experiencia de Dios como de la Palabra, de
los cantos, de la liturgia, de mi realidad de vida, etc.
La forma de realizar un ejercicio de oración espontánea es la siguiente:
Primero debemos buscar los nutrientes de nuestra oración. Debemos alabar
al Señor por lo que Él es y por lo que Él hace en nuestra vida. Podemos
tomar algunos ejemplos de la Palabra de Dios, especialmente de los Salmos.
Luego con algunas frases como "te alabo", "te bendigo", "te glorifico", "te
doy gracias", "bendito seas Señor", etc., voy realizando esta oración.
Por ejemplo: "Te alabo Señor por tu Amor". "Te bendigo Señor porque me
has salvado". "Te glorifico Jesús porque me das tu Paz". "Te doy gracias
Señor por tu bondad y misericordia".
En la medida en que la oración se va haciendo más fluida, podemos ir
componiendo frases más elaboradas.
Cuando se alaba comunitariamente es conveniente hacer la oración en voz
alta y todos al mismo tiempo, para que oyendo la oración del hermano
podamos unirnos a ella. Recordemos que la raíz de la alabanza es un grito de
guerra. Además de ésta manera se prepara el corazón para recibir otros
carismas que necesitan de la alabanza para manifestarse.
Como elemento fundamental, es preciso invocar al Espíritu Santo antes de
orar, confiando en Él ya que se encargará siempre de poner palabras en
nuestros labios y recordarnos todo lo que guardamos en el corazón y en la
mente. Podemos hacerlo, ya sea en forma de oración espontánea o bien con
un canto.
Procuremos incorporar la alabanza espontánea tanto a nuestra oración
personal como a cualquier tipo de reunión comunitaria (reunión de oración o
reunión de trabajo).